RELACIONES INTRAESPECÍFICAS
Las poblaciones de seres vivos no son masas inanimadas sino que tienen una dinámica que hace que no se descontrolen, y que todo esté en el correcto equilibrio.
Esta dinámica es el producto de las relaciones intraespecíficas que se establecen entre los individuos de una misma especie en un ecosistema. Pueden ser beneficiosas para la especie si favorecen la cooperación entre los organismos o perjudiciales si provocan la competencia.
La relación de cooperación más característica que encontramos en nuestro parque es la que mantienen las hormigas ibéricas (Camponotus cylindricus). Juntas construyen el hormiguero en el que viven, se organizan para buscar alimento, para proteger a sus crías o incluso para defenderse de posibles amenazas. Estas, además de tener una relación de cooperación, mantienen una relación de sociedades, en las que se agrupan para realizar cada uno una función.
O la del lobo ibérico (Canis Lupus Signatus) que cazan en manada, cada miembro toma un flanco para acabar acorralando a la presa de la que todos se alimentarán. Los animales que mantienen una relación de cooperación y viven en manada crean una relación gregaria.
También existe la lucha por la supervivencia en seres de la misma especie, como los linces (Lynx Pardinus), que es una especie solitaria. Todos los especímenes mantienen una lucha constante por el territorio. Estos animales marcan sus zonas con la orina o con los excrementos.
Por último, encontramos la jefatura que consiste en que un miembro de una población es el líder de esta, siendo normalmente un macho, el macho alfa. Una especie en la que destaca la jefatura es el ciervo ibérico (Cervus Elaphus).
Asimismo, destacan los lobos ibéricos (Canis Lupus Signatus), que, además de mantener una relación de cooperación la mantienen también de jefatura, con un macho alfa líder de la manada.
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